viernes, 1 de abril de 2011

CAPITULO 3


Era sábado en la  tarde, el manto azabache de la noche refundido en destellos en el horizonte, entrelazándose con el sol de los venados que triste  se ocultaba como presintiendo el relajo que se fraguaba en esta minúscula parte del mundo. La mayoría de los habitantes de aquella región se disponían  a salir de sus moradas, con sus trajes domingueros , uno que otro con ropa nueva que se compraba para tan magno evento y por medio de todo tipo de  trasporte, se dirigían al pueblo, donde el estallido de los voladores anunciaban el inicio de la celebración  central de las fiestas, el alboroto, las risas, el encuentro de los compadres, el sonar de cascos  y relinchos de caballos, así como las parejitas, unas con cita previa y otras con la oportunidad  y la condición propia de la noche de feria para aventurar, la plaza, adornada con banderas multicolores, un buen alumbrado publico, y en el centro dispuesta una tarima con los cajones de sonido y un animador con un colorido vestido, anunciaba el orden de los programas culturales y artistas que se presentarían en esa noche, por un lado de la tarima los kioscos de la comida; sopas, chicharrones, gallinas cocinadas, carne a la llanera, adornados con papas, yuca, plátano y atendidas por destacables matronas tituladas en el arte del colesterol, gritando arengas promocionales de sus productos.  Formando una verdadera sensación afín al gusto, en cantidad de exquisitos y tentadores aromas culinarios, que hacían agua a la boca de los visitantes, los cuales aprovechaban de las degustaciones gratuitas para hacer su mejor elección, y así disfrutar de estos manjares. Por el otro extremo, las casetas de venta de licores de todos los tipos y gustos, desde aguardientes destilados con hiervas, viche de caña, ron, vinos, manzanillas,  whisky  del fino para los hacendados o para uno que otro cultivador con suerte en las cosechas. Y desde luego la cerveza que no podía faltar, acompañada del espeso humo  producido por las chimeneas andantes, así se les decía  a los hombres, que con sus tabacos en la boca, contaminaban el ambiente con un delicioso aroma a estar vivos según ellos.  Los licores que daban la alegría y calentaban el ambiente, tanto  para mujeres como  para hombres, eran un desfogue de problemas, de salir de la monotonía del diario trasegar, de la diaria lucha en la casa o en los cultivos. Desde tiernas hasta viejas edades, se confabulaban en el consumo de estos milenarios vicios, sin ni siquiera pensar en un guayabo bestial que acarrea el desborde y la falta de mesura en el consumo de alcoholes. ¡Estamos en fiestas y todo se vale! Era la consigna colectiva. Los niños corrían por la plaza en un piso de arena blanca  con bordes adoquinados en donde muy pronto el cura estaría presto a dar la bendición para el inicio de la fiesta.
Álvaro José y Guillermo llegaron al pueblo en plena bendición  de inicio de fiesta, en la tarima el bonachón cura, con su impecable sotana negra adornada por una toga blanca con encajes morados, que inspiraban respeto, levanto su mano derecha y bendijo las fiestas terminando con una acción de gran sabiduría, tomo una botella de aguardiente y derramo un chorro  en el suelo, de  la plaza, con el argumento, que era el trago  para las animas, luego se tomo un largo trago del cristalino liquido  y grito: ¡que vivan las fiestas! todos lo asistentes lo vieron con suma atención y  desde ese día se volvió habitual para todos, el primer trago para las animas, incluidos  Álvaro y Guillermo, quienes, desde ese momento lo hacían como si fuese mandato papal, directo del Vaticano.
Se inicio el programa cultural con la presentación de las reinas, acompañadas de un fabuloso grupo de danzas, traído de la capital, seguido del grupo de danzas del pueblo el cual se abanderaba como el orgullo cultural y tradicional, estaba compuesto por quince parejas de todas las edades, sus coloridos vestidos, elaborados por las mas profesionales modistas del almacén doña Gima,  el único por cierto en el pueblo, entre danza y danza las botellas de agua y aguardiente se entrelazaban para dar la alegría y el calor a los danzantes, quienes soltaban mas armonía en sus pasos. El alcalde en medio del ramillete de  ocho señoritas adolecentes, representantes del mismo numero de veredas , y la candidata del poblado, hacían la corte y saludo al resto de invitados importantes, no faltaba el borrachito colado en la tarima que rápidamente fue  bajado a pescozones por los policías del pueblo.
Tomando aguardiente con algunos de los empleados de la finca Álvaro y Guillermo se creían ya hombres, de los que alardean de antiguas conquistas amorosas, riñas y de ser grandes bebedores. En una de las casetas atendida por una joven morena, con anchas caderas y muy bien dotada de encantos carnales, luciendo una minifalda blanca y una blusa roja escotada, la cual podía dejar ver  su alma, aparte, la forma consentidora  de atender a los clientes, la hacia mas especial, todos los que en esa caseta bebían disfrutaban del contoneo de su voluptuoso cuerpo, al pasar por medio de las mesas  llevando y trayendo copas, botellas, bebidas que daban valor de manejar la palabra para conquistar, ofender, piropear y hasta abusar con frases de poca monta. En ese frenesí de copas en un inesperado momento entro en la caseta Elisa, tomo de la mano a Álvaro José  y sin que nadie se diera cuenta lo saco rápidamente, como un ladrón que entra por su botín. Elisa la hermosa sirena del rio, así la recordaba Álvaro,  corrió por detrás de la tarima con Álvaro de su mano, quien se dejaba llevar sin poner resistencia, como un niño cuando es paseado por el parque, se perdieron entre las sombras de los arboles en una de las oscuras calles del pueblo, aprovechando el amparo de la oscuridad, ella lo puso contra el tronco de un viejo árbol, rápidamente desabotono la camisa de Álvaro y comenzó a besarlo con pasión desbordada, al tiempo que ella soltaba los botones de su blusa, se aferro a su pecho, no lo dejo decir una sola palabra. Álvaro extasiado, algo confundido no podía creer que estuviera sintiendo el pecho desnudo de esa mujer, de la que vio en el rio cubierta tan solo con gotas de agua que rodaban por su piel, respondiendo naturalmente en un impulso de hombre la apretó por la cintura y acaricio su espalda, la tersura y el embriagante aroma de su piel transportaban a Álvaro a un mundo que no conocía y bajo la pasión y la lujuria del momento lo hacían un pasajero, que abandona su todo por conocer ese universo de colisiones  físicas , espirituales, que hacían temblar el cuerpo y el alma en una combinación de tiernos pero a la vez fuertes besos ,caricias y deseo. El recorrer el cuerpo de Elisa con sus manos era un deleite para las yemas de los dedos, sentir la humedad de su boca desbordaba al potro salvaje que se lleva adentro, con la fuerza que empuja al encontrar una hembra dispuesta. De repente Elisa en una maniobra casi acrobática se soltó de los brazos que la sujetaban y salió corriendo hacia la plaza, Álvaro que todavía estaba navegando en ese universo, sintió el frio de una suave brisa en su pecho lo cual lo regreso al mundo real, abrió los ojos y vio como Elisa se alejaba, con un pequeño suspiro salió detrás de ella abotonándose la camisa, al llegar a la plaza no la encontraba, hizo varios recorridos alrededor y dentro de la plaza, el sitio lleno de parejas danzando, al compas de la música de una orquesta, que con energía brindaba un buen espectáculo, de repente vio un reflejo, si, era ella, estaba besando a otro hombre el cual vestía chaqueta de cuero y un gran sombrero blanco, a simple vista se notaba que era mucho  mayor que ella, este la tomo con un abraso y se la llevo a un vehículo el cual rápidamente dejo solo una esquela de polvo tras su marcha. Álvaro quedo inmóvil como si quisiera quedar echo escultura para adornar la plaza del pueblo, en honor a las mujeres rompecorazones, ahogado en su propia respiración tomo aliento y despertó de su trance. Corrió y corrió hasta llegar a la finca, rápidamente saco su morral con sus pertenencias, regreso al pueblo  envuelto en sudor y tomo el primer transporte que salía hacia la ciudad,  como escapando de ese dolor que sintió, como escapando de ese desdén y traición, era ya de madrugada y recostado contra la ventanilla del bus, reflexiono, prometo no volver a beber demasiado, prometo no volver a dejarme llevar por una mujer a una calle oscura y mucho menos a que me besen y me dejen así como me siento. Cayo en cuenta de que nunca había besado, que bestia  mi primer beso y me lo robaron y lo peor fue que me quedo gustando, el sueño lo domino. Después de dos horas de camino Álvaro despertó  ya estaba entrando en la ciudad y se sintió reconfortado, se sintió libre de aquella que lo arrastro de la mano, como el verdugo que lleva al novillo al matadero, había sido intenso lo que sintió con Elisa, el verle desnuda en el rio y tenerla contra su pecho besándola. Ojala me volviera a raptar concluyo  ya recostado en su cama en el apartamento donde vivía cerca a la universidad central de la ciudad.

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