viernes, 18 de marzo de 2011

CAPITULO DOS


Capitulo 2.
Durante un mes de noviembre que se recordaba por sus calurosos días, en una ciudad del Valle del Cauca un joven se destacaba en su clase de aritmética y geometría así como en sus dotes para el arte y las letras,  con un aire de liderazgo que en algo lo opacaba su timidez, disfrutaba de sus amigos con los cuales compartía ciertas travesuras y cambios físicos y de comportamiento normales de esa edad. Le gustaba mucho la naturaleza y sus raíces campesinas heredadas de sus abuelos, lo acercaban con mucha visión a la producción agrícola, y en especial a las culturas que rodeaban esta actividad, que más que un hecho comercial o empresarial, para Álvaro José representaba un arte. Un conjunto de cultivos contrastando contra el cielo y el eco de los labriegos en sus faenas diarias de labranza, son pinceladas propias de un artista, solía decir en sus  exposiciones y charlas con sus amigos de academia.
Entrando en los diecisiete años de edad, Álvaro José era muy popular en un pueblo cercano, especialmente por sus recitales y dotes de cuentero en eventos culturales en el marco de las ferias y fiestas de esta colorida población. Este era  un hermoso y bien ordenado caserío con sus casa con techos rojos,  balcones coloniales,  calles en adoquines y fabulosos antejardines orgullo de las matronas, quienes por generaciones daban el legado del arte de la jardinería casera, siendo estos la base de las ferias y  fiesta, ya que se realizaba un concurso  del mas original, colorido y armonioso. Era algo tradicional y orgullo de las familias participar en este concurso, los chicos y jóvenes así como las señoritas,  vestidas con atuendos campesinos complementaban la presentación de sus antejardines, con coreografías de bailes tradicionales así como algún alimento típico y el aguardiente que no podía faltar.  Frente al jurado se esforzaban para dar lo mejor de sus coreografías siempre con una sonrisa en sus labios  y el característico carisma propio de esta región.  El jurado el cual era integrado por las máximas autoridades del pueblo, el alcalde hombre maduro y con un don de altivez y muy versado al hablar, el tesorero  quien no se perdía ningún evento para figurar en la administración municipal, el comandante de la policía, intimo amigo del alcalde  y cómplice de múltiples juergas y desmanes del mismo, acompañados por la banda municipal y el párroco, hombre bonachón y algo alcahuete, pero con un gran don de apoyo y colaboración a la comunidad. Estos jurados  hacían un meticuloso recorrido por cada una de las casas, calificando esta combinación de jardinería y cultura. Hacían un pintoresco cuadro, sobre todo cuando ya terminando el recorrido, algo indigestos y un poco mareados por tanta comida y trago, brindaban un entretenimiento particular pero a la vez normal para los habitantes de esta población. Los resultados se dictaban el sábado de fiestas con la coronación de la señorita  más linda  al igual que el grupo de danza más coordinado.
En una pequeña hacienda de la zona rural de este pueblo, que  perteneciente a  un primo segundo de la familia pasaba las vacaciones, Álvaro José, donde aprendió las artes de la pesca y la cacería, también a  acampar y dormir en la intemperie, con el arrullo de los sonidos nocturnos del trópico.
Un día viernes de ferias   y bajo un clima seco y caluroso, en el amanecer en la rivera de un rio,  vio  el paisaje más hermoso y majestuoso que nunca habían presenciado sus ojos. A la orilla del uno de los charcos que hacia el riachuelo se encontraban dos hermosas mujeres, jugando, riendo y bañándose desnudas, sin percatarse que el joven estaba agazapado entre los junquillos desde la noche anterior, tratando de pescar algún buen ejemplar en la orilla del rio. El, cauteloso, y con esa impresionante imagen frente a sus ojos, se limito a observar. Sus  hermosos cuerpos bronceados eran un deleite majestuoso, casi angelical, combinados con el brillo de la arena bajo sus rodillas y la cristalina agua que fugaz pasaba entre sus piernas, torneando sus perfectas y tentadores facciones femeninas, parecían un cuadro del renacimiento, un sueño libidinoso, un deleite para los sentidos.
Para su mala o buena suerte en la pesca, pero no en la situación y acto que presenciaba, una gran tilapia dorada pico en el anzuelo, haciendo un gran alboroto en el agua, el joven con intuición y en una reacción natural  se levanto de su escondite y halo el sedal, automáticamente las jóvenes saltaron a la orilla gritando y riendo a la vez, buscando rápidamente sus vestimentas, arropándose con un aire de inocencia, con algo de provocación fingiendo vergüenza combinada con pánico y se alejaron corriendo con risas nerviosas.
El joven que no creía lo que había pasado, que  en varios meses de estar pescando nunca había picado una tilapia dorada  y  que por ello no hubiera podido seguir contemplando esa escena y mucho menos que por el alboroto de las jóvenes perdió un segundo valioso y le falto agilidad para la pesca  de la tilapia que finalmente se soltó del anzuelo.
Aun así se sentía satisfecho pero  avergonzado y frustrado como pescador. Había hecho la promesa a sus primos de regresar con algún buen trofeo sacado del rio, pero lo que había pescado era por lo contrario un interés en una imagen que nunca olvidaría, la imagen de la mujer en su contexto físico, contrastado con el universo natural, esas figuras perfectas en un cuadro sin precedentes el cual quedaría plasmado en su mente por el resto de su vida.
Cuando llego a la casa de la hacienda una  tipica obra de la construcción antigua, con amplios corredores  rodeados de barandillas de color rojo y adornando  la entrada con la natural belleza de  flores y rosas. El aroma de los buganvillas y el jazmín se entrelazaban en espirales animosos hacia el sol,  mientras este astro calentaba las tejas de barro, tostadas con marrones toques de humedad, que contrastaban con el verde de los cafetales en las colinas y las planadas llenas de arboles frutales, siendo un armonioso paisaje relajador para el espíritu y enriquecedor al cuerpo en fragancias, éteres  y elementales que alimentaban las auras,  dando un maravilloso contexto de lo que podría ser el paraíso.
Cual no seria su sorpresa al ver dos hermosas jovencitas con sus cabellos húmedos, apoyadas en un viejo y grande baúl que adornaba el corredor principal de la casa. Jamás las había visto en su vida,  eran muy atractivas  con pieles trigueñas y ondulados cabellos largos que  cubrían sus bellas facciones, sus húmedas ropas se pegaban a sus pechos y vientres, dejando al desnudo y al tras luz sus cuerpos voluptuosos con senos firmes, caderas anchas y cinturas de avispas que daban ciadas contorneadas  a los boleros de sus faldas. El con altivez y algo de arrojo entro al corredor, paso por un lado  cuidando de no estorbar la actividad de la jóvenes que con toallas blancas se secaban,  una de ellas con una risa picara le pregunto, tuviste buena pesca? El perplejo atónito por la picardía de la pregunta, pero con la agilidad mental  contesto: no hubo suerte, pero vi dos sirenas, en cuanto la pesca, otro día será. Y siguió su camino hacia el comedor situado a la orilla de la casona donde ya estaba dispuesta la merienda de media mañana

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